La debacle del matrimonio entre Jennifer López y Marc Anthony se veía venir con claridad, era cuestión de tiempo.
Desde que la pareja comenzó a bajar en el ranking de las más atractivas para el público, y por ende para los paparazzis del American Show Business, la disolución se veía venir.
Cierto, ellos nunca estuvieron en los niveles de “Brangelina” (Brad Pitt y Angelina Jolie), ni de Boris Beckan y su esposa Victoria, pero es indiscutible que tuvieron su momento mediatico.
Marc, un tipo más bien feo, aunque de buen gusto al vestir, parece enfocado en intentar proyectarse como sex simbol.
El tipo maneja sus truquitos, y logró levantar tremenda hembra, como es la ex Miss Universo boricua, Dayanara Torres.
Luego soltó a Dayanara y enganchó a Jlo, en lo que parecía un buen acuerdo en doble vía, ya que con ella al parecer pensó que obtenía el trampolín para saltar al mercado anglosajón.
De su lado, la López visualizaría que unida a Anthony podría sustentar su aspirada carrera musical.
En los primeros momentos, la pareja de neuyoricans encontró buena acogida en las actividades del jet set asentado en Miami, Nueva York y Hollywood, pero poco a poco se fueron opacando.
Igualmente, provocaban expectativas en los mercados latinos, pero el impacto se diluía luego de los grandes conciertos en que intervenían y donde cantaban a dúo.
Luego vinieron golpes demoledores, como el relese de la disquera Sony a Jlo, y sus reiterados fracasos como actriz de cine.
En realidad, ella nunca ha demostrado grandes dotes en la interpretación cinematográfica, tampoco brilla como buena vocalista.
De su lado, Marc Anthony a pesar de sus discos homenajes a Juan Gabriel y Héctor Lavoe no ha logrado capitalizar un gran hit discográfico desde hace un buen tiempo.
La conclusión es que en la actualidad la unión matrimonial entre estas figuras no reporta grandes dividendos en materia de incidencia en los medios artísticos, y por ello se precipita el divorcio.
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