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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Miss Mundo Puerto Rico 1985 habla de su enfermedad

Quiso ser princesa y se convirtió en reina de belleza. Deseó salir del residencial público Alturas de Cupey, donde se crió, y tener la casa de sus sueños y lo logró con su trabajo como empresaria, y la vida la coronó
con una hija que es su razón de vivir.

Iris Matías, Miss Mundo de Puerto Rico 1985, tuvo todo lo que anheló hasta que hace tres años fue diagnosticada con hipertensión pulmonar cuando ya estaba en su fase terminal. Desde entonces su vida pende de una máquina conectada a la válvula central del corazón que a su vez le suple los medicamentos a la válvula pulmonar.

“La condición no tiene cura, es progresiva aunque esté bajo tratamiento. La mía es una bien agresiva. El cardiólogo que me diagnosticó la enfermedad me explicó que en la Isla no había conocimientos de la enfermedad y que si no me iba para Estados Unidos antes de mes y medio me moría; ya no podía caminar ni respirar y se me oscureció la piel”, dijo.

La modelo reveló que “en una clínica en Estados Unidos encontré un doctor iraní que me dijo ‘tú te mueres ya mismo’. Estaba sorprendido de que yo no hubiera muerto de un infarto cardiaco o pulmonar. En ese momento me habló de la máquina que ya conocía porque tras ser diagnosticada con la condición visité a una persona en Guaynabo que la tenía puesta y que me explicó cómo se vive a través de esa máquina”.

La noticia fue terrible para una mujer que hacía dos horas de ejercicios al día, se alimentaba bien, trabajaba en su negocio de estética todo el día y tenía una niña que dependía de ella. Si en lo emocional fue fuerte, conocer su realidad económica fue devastador.

“Tenía la vida que siempre deseé. Vengo de un residencial, donde crecí y evolucioné, y quería una casa de princesa y tuve una casa envidiable, siempre llena de niños amigos de mi hija, todo era perfecto. Fue una casa que compré reposeída y estuve nueve años arreglándola. La terminé el 22 de julio del 2009 y le dije a mi hija, ‘ahora es que voy a disfrutar de mi casita’, y unas semanas después me diagnosticaron la condición y tuve que vender la casa y rematar todo en menos de dos meses para reunir el dinero de la máquina. Además, tuve que cerrar el negocio porque el doctor me prohibió moverme de la cama”, recordó.

Al principio, el tratamiento tuvo efectos secundarios y la joven mujer se fue quedando sin piel en todo el cuerpo y las coyunturas se le inmovilizaron por ocho meses.

Desde entonces ha pasado de todo. Largos periodos en salas de intensivo, ha tenido dos infartos, varias transfusiones de sangre, y no es candidata a trasplante de corazón ni de riñón porque es un paciente de alto riesgo.

Su más reciente recaída fue el pasado febrero, en la que estuvo 40 días en el hospital luego de desarrollar un lupus que le estaba atacando sus órganos, le colapsó el hígado y comprometió otros órganos. Entonces su médico le pronosticó 72 horas de vida.

“Con esta enfermedad aprendí a vivir el día a día, a enfocarme en mi espíritu, mi salud y mi estado emocional. Antes era muy planificada, inclusive fui compradora compulsiva porque de chiquita tenía el mismo pantalón y la misma camisa. Pero aprendí que lo material, mientras lo tengas, hay que disfrutarlo y cuando no aprender a desprenderte. No todo el mundo tiene mi fortaleza, eso viene de todo lo que pasé en mi infancia: la falta de una familia estable, una madre que siempre estaba enferma por sus problemas mentales y dependíamos del gobierno... porque todo lo tuve que aprender a cantazos”.

Ambiente de paz

Lo recaudado de sus posesiones le dieron a Iris para lo que literalmente es el motor de su vida, una pequeña máquina que cuesta cientos de miles de dólares; para saldar un apartamento que tenía en Bayamón y donde reside junto a su hija Andrea Bajanda, de 20 años, quien estudia arte gráfico.

Aún viviendo con estrecheces económicas y físicas, la exreina convirtió su vivienda en un lugar bello, lleno de paz en el que transcurre el día acompañada de sus tres perritos, a pesar de que le prohibieron tener mascotas.

Su pequeña cama de pilares la colocó en la sala del hogar para sentirse más libre pues apenas puede salir de casa.

Su figura en ese espacio limitado se asemeja al de un hada, con una larga cabellera negra en espera de lo que vendrá después.

“Todos los días le pido a Dios que no se me dañe la máquina. En las noches duermo con la mano sobre ella y su sonido es mi música preferida. Una vez se me dañó. Le cambié las baterías y los medicamentos y no era eso. Tengo cuatro minutos para reaccionar en estos casos. La solución fue cambiar la máquina. Sin esto no existo, estoy llena de cables y si alguno se parte, me muero desangrada, como le ha pasado a otros pacientes”, indicó.

La modelo aseguró que hay días en los que no puede abrir los ojos, pero siempre se mantiene arreglada porque “puedo aguantar lo feo del dolor, pero no verme fea”.

Aunque llora mucho, no se permite que le den depresiones ni ansiedades. Sus médicos le han advertido que sus episodios de la enfermedad han sido tan fuertes que no aguantaría otra crisis.

Por esta razón, asegura que ha preparado a su hija para cualquier eventualidad.

“Le he dicho que no puede llorar, ni sufrir porque es un proceso de vida. Que tiene que estar agradecida porque la crié y tuvimos la oportunidad de disfrutarnos y dejarla casi hecha”.

Iris también está preparada para partir cuando le llegue su momento.

“Me da susto, pero estoy preparada. Ya he pasado por todo y estoy más tranquila; no le tengo miedo a la muerte, sino al proceso, al asfixie, a la fatiga”.

Le ganó a Carmen Dominicci

Iris Matías fue coronada en medio de la controversia porque su contrincante era Carmen Dominicci, quien quedó primera finalista en el concurso. Ella era la Cenicienta que se convertía en la primera reina puertorriqueña en salir de un caserío. La modelo fue a competir en el Miss Mundo a Londres y quedó entre las 15 semifinalistas. Ella piensa que pudo haber llegado más lejos si hubiera estado mejor preparada para un concurso internacional.

“Nunca entendí porque tanto problema por ganarle a Carmen, éramos dos bellezas diferentes, a lo mejor el concurso estaba buscando otra cosa y el jurado tomó en cuenta lo que estaban buscando fuera de Puerto Rico. Siempre le dije a Carmen que ella no había ganado una corona pero que iba a llegar bien lejos en la televisión”.

Recordó que pasó por muchos sacrificios para buscar auspicios porque ningún diseñador le prestó un vestido y en la noche final desfiló con un traje que ella misma se confeccionó.



Fuente: El Nuevo Dia
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