San Germán. Pudiera pensarse que tatuarse el
cuerpo ha llegado a ser un mainstream en estos tiempos. Pero todavía
para algunos patronos resulta difícil digerir el tener un empleado
mostrando visiblemente
sus tatuajes en pleno ambiente laboral.
Edgardo Pagán colecciona tatuajes desde el 1996. Actualmente, el 75% de su cuerpo está tatuado y asegura que, al principio, cuando comenzó a buscar trabajo, fue rechazado “porque decidí tatuarme los brazos completos y están expuestos a que todo el mundo los vea”.
El guardia de seguridad, de 36 años, ha tenido que recurrir a vestir camisa de manga larga porque no le dan otra opción. “Pienso que a veces está de más, porque el tatuaje no tiene absolutamente nada que ver con la labor que voy a hacer”. Asegura que ha tenido empleos en que le han dicho que, si no está con manga larga, “no puedo seguir trabajando allí”.
Su novia, Cristina María Cotte, de 23 años, también luce un tatuaje, en el hombro derecho, del rostro de su mamá cuando era niña. Tiene, en su muñeca izquierda, una pulsera que simula camafeos con el rostro de su abuela, y otras interpretaciones de sus experiencias de vida las lleva tatuadas en diferentes partes del cuerpo.
“Me han aconsejado que me deje de tatuar porque ello puede afectarme en oportunidades laborales”, relata la joven estudiante de arte y sociología, que ha iniciado un movimiento junto con Edgardo para evidenciar que existe prejuicio y dar con una solución al problema de aceptación en el empleo por apariencia.
Sin embargo, y según la opinión del licenciado Félix Bartolomei Rodríguez, ex procurador del Departamento del Trabajo, tendría que evidenciarse que existe un problema palpable de discrimen laboral por ese concepto para llegar a pensar que se puede resolver el problema según planteado. “No será un tema fácil, pues el grupo no es (visiblemente) amplio ni están organizados”, acotó.
El secretario del Trabajo y Recursos Humanos, el licenciado Vance Thomas, reconoció que la agencia solo mantiene estadísticas sobre tipos de discrimen que ya han sido reconocidos por la ley. “La unidad de discrimen no recoge estadísticas de personas a quienes se les discrimine por tener un tatuaje”, dijo a Primera Hora vía telefónica.
Otro factor que señaló Bartolomei Rodríguez, del Instituto Legal Laboral y de Mediación en Mayagüez, es que “hay que llevar un balance porque, si es cierto que existe el derecho de lucir como uno quiera, también el patrono tiene derecho (de emplear a quien quiera) porque existe la prerrogativa de la empresa de tener su imagen y sus códigos de vestimenta”.
El problema que plantean estos empleados, a los que se les han unido sobre 1,500 miembros en su página de Facebook, Puerto Rico Acepta Empleados Tatuados, es que no hay correlación entre las marcas en su piel y sus capacidades laborales. Bartolomei Rodríguez concurre con eso, pero insistió en que “hoy, tal cual está vigente la ley, no existe causal de discrimen por estar tatuado”.
Cristina redactó una declaración que suscriben las personas tatuadas interesadas en que se exponga el problema y que se abra espacio para la discusión pública con el fin de lograr mayor aceptación y oportunidades de empleo. En el caso de Edgardo,sostiene que “uno se acostumbra con el tiempo a que las personas se te queden mirando,pero ojalá esto cambie y uno pueda sentirse aceptado en todos lados. Hay muchos que tienen talento, que están preparados académicamente y son profesionales en su campo, y no se les da la oportunidad por esa única razón”, sostuvo.
Por su parte, Félix Vega, de 28 años, narró que fue a buscar trabajo a una tienda por departamentos vestido con manga larga y logró, por sus méritos, que lo llamaran a una segunda entrevista. Esta vez fue vestido con camisa de manga corta, mostrando el tatuaje que lleva en la muñeca izquierda. Confiado en que iba a firmar un contrato de empleo, se encontró con que el patrono le dijo que no podía darle el trabajo porque estaría en contacto directo con público y “se veía mal”. En otra ocasión, fue a pedir trabajo en un área relacionada con lo que estudió. Graduado de pintura y arte gráfico, Félix solicitó empleo en una imprenta, pero el cuento fue el mismo. No lo aceptaron porque “estaría trabajado directamente con el público”.
Para el secretario del Trabajo, en su opinión como abogado, dijo que la acción legal depende del momento en que ocurre el discrimen. Por ejemplo, si el candidato a empleo está tatuado, “el patrono podría no reclutarlo porque la ley no contempla eso como un discrimen”. Pero si se logra firmar un contrato de empleo con la empresa y el patrono no se ha percatado de que la persona tenga un tatuaje y lo despiden (luego de estar trabajando) por estar tatuado, “puede tener una causa de acción por despido injustificado”.
“Tener tatuaje no debe ser un issue en el empleo”, insistió Cristina, quien dijo que continuará su reclamo para que, en lugar de que se incluyan cláusulas dentro de los contratos de empleo en contra de los tatuajes, comiencen a surgir cláusulas inclusivas hacia aquellos empleados que tienen marcas visibles en su piel.
sus tatuajes en pleno ambiente laboral.
Edgardo Pagán colecciona tatuajes desde el 1996. Actualmente, el 75% de su cuerpo está tatuado y asegura que, al principio, cuando comenzó a buscar trabajo, fue rechazado “porque decidí tatuarme los brazos completos y están expuestos a que todo el mundo los vea”.
El guardia de seguridad, de 36 años, ha tenido que recurrir a vestir camisa de manga larga porque no le dan otra opción. “Pienso que a veces está de más, porque el tatuaje no tiene absolutamente nada que ver con la labor que voy a hacer”. Asegura que ha tenido empleos en que le han dicho que, si no está con manga larga, “no puedo seguir trabajando allí”.
Su novia, Cristina María Cotte, de 23 años, también luce un tatuaje, en el hombro derecho, del rostro de su mamá cuando era niña. Tiene, en su muñeca izquierda, una pulsera que simula camafeos con el rostro de su abuela, y otras interpretaciones de sus experiencias de vida las lleva tatuadas en diferentes partes del cuerpo.
“Me han aconsejado que me deje de tatuar porque ello puede afectarme en oportunidades laborales”, relata la joven estudiante de arte y sociología, que ha iniciado un movimiento junto con Edgardo para evidenciar que existe prejuicio y dar con una solución al problema de aceptación en el empleo por apariencia.
Sin embargo, y según la opinión del licenciado Félix Bartolomei Rodríguez, ex procurador del Departamento del Trabajo, tendría que evidenciarse que existe un problema palpable de discrimen laboral por ese concepto para llegar a pensar que se puede resolver el problema según planteado. “No será un tema fácil, pues el grupo no es (visiblemente) amplio ni están organizados”, acotó.
El secretario del Trabajo y Recursos Humanos, el licenciado Vance Thomas, reconoció que la agencia solo mantiene estadísticas sobre tipos de discrimen que ya han sido reconocidos por la ley. “La unidad de discrimen no recoge estadísticas de personas a quienes se les discrimine por tener un tatuaje”, dijo a Primera Hora vía telefónica.
Otro factor que señaló Bartolomei Rodríguez, del Instituto Legal Laboral y de Mediación en Mayagüez, es que “hay que llevar un balance porque, si es cierto que existe el derecho de lucir como uno quiera, también el patrono tiene derecho (de emplear a quien quiera) porque existe la prerrogativa de la empresa de tener su imagen y sus códigos de vestimenta”.
El problema que plantean estos empleados, a los que se les han unido sobre 1,500 miembros en su página de Facebook, Puerto Rico Acepta Empleados Tatuados, es que no hay correlación entre las marcas en su piel y sus capacidades laborales. Bartolomei Rodríguez concurre con eso, pero insistió en que “hoy, tal cual está vigente la ley, no existe causal de discrimen por estar tatuado”.
Cristina redactó una declaración que suscriben las personas tatuadas interesadas en que se exponga el problema y que se abra espacio para la discusión pública con el fin de lograr mayor aceptación y oportunidades de empleo. En el caso de Edgardo,sostiene que “uno se acostumbra con el tiempo a que las personas se te queden mirando,pero ojalá esto cambie y uno pueda sentirse aceptado en todos lados. Hay muchos que tienen talento, que están preparados académicamente y son profesionales en su campo, y no se les da la oportunidad por esa única razón”, sostuvo.
Por su parte, Félix Vega, de 28 años, narró que fue a buscar trabajo a una tienda por departamentos vestido con manga larga y logró, por sus méritos, que lo llamaran a una segunda entrevista. Esta vez fue vestido con camisa de manga corta, mostrando el tatuaje que lleva en la muñeca izquierda. Confiado en que iba a firmar un contrato de empleo, se encontró con que el patrono le dijo que no podía darle el trabajo porque estaría en contacto directo con público y “se veía mal”. En otra ocasión, fue a pedir trabajo en un área relacionada con lo que estudió. Graduado de pintura y arte gráfico, Félix solicitó empleo en una imprenta, pero el cuento fue el mismo. No lo aceptaron porque “estaría trabajado directamente con el público”.
Para el secretario del Trabajo, en su opinión como abogado, dijo que la acción legal depende del momento en que ocurre el discrimen. Por ejemplo, si el candidato a empleo está tatuado, “el patrono podría no reclutarlo porque la ley no contempla eso como un discrimen”. Pero si se logra firmar un contrato de empleo con la empresa y el patrono no se ha percatado de que la persona tenga un tatuaje y lo despiden (luego de estar trabajando) por estar tatuado, “puede tener una causa de acción por despido injustificado”.
“Tener tatuaje no debe ser un issue en el empleo”, insistió Cristina, quien dijo que continuará su reclamo para que, en lugar de que se incluyan cláusulas dentro de los contratos de empleo en contra de los tatuajes, comiencen a surgir cláusulas inclusivas hacia aquellos empleados que tienen marcas visibles en su piel.
Fuente: Primera Hora
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